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En la escena vintage es usual escuchar la expresión cualquier tiempo pasado fue mejor. Alguno opina sencillamente que cualquier tiempo pasado fue anterior. Pero si hablamos del primer tercio del siglo XX, sí, cualquier tiempo pasado fue mejor.

Esta historia transcurre justamente durante ese periodo, entre 1900 y 1940. Una época donde todo estaba por inventar para nuestra modernidad. Es la historia de The Wall of The Death, el muro de la muerte, una suerte de espectáculo que surgió de las cenizas de las carreras en motodromes y que todavía sobrevive pese al gran olvido del público, uno de los espactáculos de shideshow más alucinante y freak conocido dentro del mundo del motor.

Motos Indians y Harleys dando vueltas en vertical a toda velocidad a un barril gigante de madera, acrobacias de toda índole, temerarias mujeres piloto, leones, hot rods con asiento para leones. Un delirio itinerante en forma de círculo diseñado para ver desde lo alto del agujero.


THE WALL OF THE DEATH
El muro de la muerte


Pura fuerza centrípeta a dos ruedas en el Muro de La Muerte

A día de hoy los espectáculos de The Wall of The Death se cuentan con las manos. American Motor Drome o California Hell Riders en EEUU; Ken Fox Troupe o The Wall of The Death de Messham en Reino Unido, alguno que continúa en Suecia (desde 1937), y los subliminales y cochambrosos espectáculos del Muro de la Muerte de la India.

Por desgracia, este espectáculo de época tiende a desaparecer, al igual que otros muchos, quizá por el hecho de ser verdaderos desconocidos para el gran público. Sin embargo, quien conozca su historia sabrá que también gozó de buenos tiempos, un periodo que comprende desde el año 1911 a 1931.

Motordrome. En el origen de The Wall of The Death

The Wall of The Death tiene su origen en las carreras de bicis en pista ovalada, velódromos. Pistas de atletismo reconvertidas con tablas de madera para rodar suavemente sobre dos ruedas, que con el tiempo inclinaron sus curvas hasta convertirlas en rampas de despegue.

De espíritu libre

con el puño a todo gas,

el piloto,

el jinete de la muerte

La primera pista diseñada para correr con motor se construyó en Los Ángeles el año 1910, cerca de la Playa del Rey, en California. Al año, la velocidad en la pista se desdobló, y el mundo del motor despegó de la mano de la tecnología. Las carreras sobre tierra quedaron atrás y los pilotos entendieron rápidamente lo que era la fuerza centrípeta, con la cual rodar pegados por la vertical de la pista.

Motordome de Los Ángeles Coliseum, 1910. El comienzo

Piloto motodrome. Circa, 1914

Los espectadores acudían en masa a ver estas carreras, donde las gradas rodeaban todo el espacio, de forma que en las curvas los espectadores se ubicaban en la parte superior.

Las compañías del motociclismo se dieron cuenta del entusiasmo y la emoción que generaba en el público el presenciar el espectáculo a pocos metros. Las gradas estaban en lo alto de las curvas de manera que los asistentes miraban hacia abajo, no se sabe si conscientes o inconscientes de que en cualquier momento los pilotos podían perder el control y salir disparados hacia ellos.

Sea como fuere, las carreras en motodrome causaron sensación entre aficionados y accionistas, y el deporte eclosionó. Se construyeron nuevas pistas y los pilotos se lanzaron a consagrarse en este tipo de competición, que se convirtió en un negocio promocionado por las grandes marcas, quienes vieron la oportunidad de lucir allí sus motos.

MOTORDROME

Tragedia

Entre tanto, los accidentes en las pistas también fueron protagonistas destacados. En 1912, New Jersey, el corredor Eddie Hasha, perdió el control de su moto Indian a la velocidad de 92 mph, unos 150 kmh. Piloto y máquina salieron disparados bordeando la baranda del público, decapitando a un niño y estrellándose contra un poste que los lanzó a las gradas matando en el acto al piloto y a cuatro espectadores. Después la moto cayó hacia la pista quitando la vida a otro piloto, Johnny Albright, y numerosas personas resultaron heridas. El accidente fue portada en New York Times bajo el titular de, homicidio.

La tragedia propinó un duro golpe a las carreras motordrome. Se produjo un efecto en cadena: el propietario de la pista se enfrentó a cargos criminales, y aunque quedó absuelto, la duda se expandió entre el resto de empresarios; el miedo se hizo presente entre el público, los inversores dejaron de construir nuevas pistas y de invertir en su reconstrucción y mantenimiento, los pilotos disminuyeron progresivamente, y se prohibieron algunas carreras.

Simulacro de accidente en un motordrome

Otro factor importante de su desaparición fue su predecible desenlace. Una vez las motos fueron realmente rápidas, las carreras motordrome las ganaba siempre quien consiguiese situarse el primero tras el pistoletazo de salida, una vez conseguido, la carrera transcurría dando vueltas continuas hasta su final.

Por si fuera poco, un año más tarde, la muerte en los murderdromes volvió a ser portada de los periódicos. El 29 de junio de 1913, el piloto Odin Johnson perdió el control y se estampó contra un poste de luz situado en lo alto de las gradas. La moto prendió y la gasolina derramada ardió entre los espectadores. Seis personas murieron y docenas resultaron heridas. Este accidente supuso el comienzo del fin de las carreras motordrome, las cuales, sin embargo, mutaron a un nuevo formato, el silodrome, más conocido como The Wall of The Death.

Silodrome. The Wall of The Death

The Wall of The Death

Motos, coches, temerarias mujeres piloto, ¡leones! El silodrome fue más bien un espectáculo vinculado al sideshow y al universo de los carnavales itinerantes que al mundo de las carreras, sin embargo juega un papel sensacional en la historia del motor.

El periodo de mayor apogeo del silodrome coincide con el del crack del 29 estadounidense, un periodo que se dilató en el tiempo hasta los años 1960, y que llega hasta nuestros días a través de manifestaciones puntuales en países muy concretos. Hoy se cuentan con las manos.



Como hijo bastardo del motordrome, el silodrome prescindió de las rectas para convertirse en una circunferencia con el aspecto de un barril de cerveza con un diámetro de unos 20-35 pies, unos 6-10 metros. Y sustituyó las carreras entre pilotos por las acrobacias y el espectáculo del asombro.

El espectáculo consistía básicamente en girar con la moto alrededor de la pared vertical desafiando la ley de la gravedad, poniendo en funcionamiento la 2ª ley de Newton, a ser posible sin manos, sin pies, sin mirar y de espalda. Sin olvidar la sensacional participación de mujeres piloto que ya forman parte del salón de la fama del motor.

Brazos cruzados. Una acrobacia temeraria

Piloto en la vertical del Muro de la muerte. Circa, 1930

Sin embargo, para algunos era poca cosa y tuvieron la idea de combinar el espectáculo del muro de la muerte con el de domar leones. El resultado, una combinación al borde del delirio que inmediatamente se hizo popular, el leodrome. «Collins Famous Death Riders & Racing Lion» dirigido por Billy Butlin y Pat Collins entre 1920’s y 30’s

Los leones aparecían en escena de diferentes formas. Se subían al sidecar del coche como copilotos y giraban por la vertical, corrían por sí mismos persiguiendo al coche o en paralelo a él, o aparecían en el llano mientras las motos giraban por la vertical y hacían que las perseguían.

Una mujer piloto y su león en The Wall of The Death

Ethel Purtle y el famoso león King en The Wall of Death

Sr. «Sin Miedo» Egbert llevando a su león de cinco años a toda velocidad en el Muro de la Muerte de la feria Mitcham

Presentación de The Wall of The Death de Mr. Fearless Egbert y su león

Mujeres piloto

Margaret Gast

Margaret Gast

Emigró a EEUU desde Alemania en 1893 y se convirtió en una de las primeras pilotos de acrobacias. Había participado en carreras de bici de la larga distancia (más info en artículo Mujeres ciclistas) y competiciones de moto en pista plana y motordrome. Su nombre artístico era «The Mile A Minute Girl«. Murió en 1972. Desde 1993 forma parte del Salón de la Fama de la Bicicleta de los Estados Unidos.

 

 

Lillian La France

Fue también una popular piloto. Su verdadero nombre era Agnes LaFrance, una chica de campo de Kansas que decidió escaparse de su casa para unirse a un carnaval ambulante. Comenzó a competir en motordrome en 1924, con 30 años, y se convirtió en una de las más prestigiosas piloto del Muro de La Muerte.

Lillian La France en el centro del muro de la muerte

 

 Cookie Ayers

Conocida como Cookie Crum, empezó en el mundo de las acrobacias a motor en 1949. La llamaban Queen of the Hell Drivers, y vestía de blanco en forma de burla para desafiar el estandarizado modelo de motero proscrito fuera de la ley. Es una de las pocas mujeres que forman parte del Salón de la Fama de Motocicletas Sturgis (S.D.).

La piloto Cookie Ayers y su blanco retador

Cookie Ayers sin manos en el muro de la muerte

 

Samantha Morgan

Samantha pertenece a nuestra generación. Conocida como Storm, se unió a la familia Pelaquin en la década de los 70 después de fugarse de un centro de acogida para menores y vivir en la calle durante años. Una verdadera apasionada de la vertical a la que siempre le acompaña su moto Indian Scout de 1931, apodada como Baeth. Falleció en 2008 debido a las complicaciones médicas fruto de sus lesiones. Como agradecimiento a su aportación al mundo del motor fue incluida en el Salón de la Fama de Motocicletas de Sturgis.

Samantha Morgan

Samantha Morgan

Cristian Aguado Crespo

choppermonster.com