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Maquillaje de guerra, pelo retador, mirada desafiante, calzas hasta las rodillas y pantalones short ceñidos. Así es la estética del Roller Derby, un deporte que tiene su origen en la época de la gran depresión de Estados Unidos, un espectáculo que por entonces llenaba estadios y sobre todo un universo de ocio que continúa dando guerra después de nueve décadas.

Esta es la historia del Roller Derby, la historia de un deporte rudo a lomos de dos ejes y ocho ruedas que sació las necesidades de cientos de miles de trabajadores que buscaban en el espectáculo una válvula de escape, un deporte que muchos consideran violento y peligroso, pero que, lejos de caer en el reduccionismo, mantiene su esencia original ya muy cerca de su centenario, una esencia que reside en las carreras de resistencia de los años 1920-30, y que hoy día solo vive gracias al empuje de las chicas, las últimas Roller Derbies de nuestro tiempo.


ROLLER DERBY

El deporte de la Gran Depresión, 1935


Carrera en Chicago, Illinois, 1948. Photo de George Skadding, de la colección LIFE Picture Collection/Getty Images

Como la mayoría de las innovaciones humanas, las carreras Roller Derby fueron discípulas de la necesidad. La invención de este deporte se atribuye a un hábil empresario, Leo Seltzer, un hombre de negocios que conocía bien la industria del entretenimiento, y quien en 1935 tomó la iniciativa en el mundo del patinaje. Su idea fue organizar un evento que aglutinara el público necesario para llenar las gradas del Coliseum de Chicago, un espectáculo nunca visto hasta entonces. Escribió las reglas de la competición en una servilleta y puso nombre al acontecimiento, al cual llamó Transcontinental Roller Derby, una carrera de larga distancia donde los patinadores rularían durante horas alrededor de una pista ovalada.

Cada día, el Transcontinental Roller Derby, requería que los patinadores de veinticinco equipos completaran un cierto número de millas alrededor de una pista para evitar ser eliminados. Las carreras constaban de equipos compuestos por hombres y mujeres, donde se enfrentaban respectivamente conforme al género, y donde los patinadores/as se relevaban a lo largo del día de forma periódica o atendiendo a las fatigas de los compañeros/as. La distancia llegaba a alcanzar recorridos de  3.000 a 4.000 millas (de 4828.032 a 6437.376 km), lo que equivale a un viaje de San Diego a Nueva York, durante sesiones diarias que llegaban a las once horas y media bajo la presión de ser descalificado si el equipo se quedaba sin algún participante sobre la pista.

Durante los siguientes dos años, de 1935 a 1937, los equipos de Roller Derby participaron en competiciones frente a multitudes con un promedio de 10.000 personas diarias.

Inauguración de la Transcontinental Roller Derby en Chicago, 1935.

Los patinadores/as comían, dormían y básicamente vivían en el velódromo. Afincados en catres que se montaban en el mismo recinto, comían seis veces al día y contaban con la asistencia de una enfermera que velaba por su salud (los pesaba, les tomaba la tensión). Un requisito fundamental de la organización fue que los patinadores permanecieran en la concentración todo el tiempo que esta durase, llegando en ocasiones a cuarenta y dos días.

En Chicago, el éxito del espectáculo fue súbito, y Seltzer, su promotor, decidió formar una compañía itinerante para promover la empresa alrededor del país, llegando a ciudades como Cleveland, Louisville, Indianápolis, St. Louis, Detroit, Minneapolis, Miami o Florida. La popularidad de las carreras Roller Derby crecía sin parar.

Una de las principales características que haría del Roller Derby un deporte popular fue el bajo coste de sus entradas, un gancho muy estimulante teniendo en cuenta la austeridad de la gran depresión. De hecho fue, durante sus años de apogeo, 1930-35, uno de los espectáculos de entretenimiento más baratos de la oferta del entretenimiento deportivo.

Foto publicada en Life Magazine en 1948

Precios bajos y múltiples descuentos fueron los aliados de un público potencial que adoraba el ahora denominado Low Cost, donde los boletos rondaban desde uno a veinticinco centavos. De hecho, los asistentes al Roller Derby nunca pagaron el precio completo (dicho por Jerry Seltzer, hijo del fundador Leo Seltzer, quien tomaría las riendas del negocio en 1973). Y lo cierto es que pocos eventos deportivos pudieron competir frente a semejante oferta, siendo más barata que el cine, el teatro o el circo.

En 1940, en una carrera en Kansas City,

Steve Irwin tropezó,

se fue por la borda y se estrelló contra las sillas.

Parecía estar bien,

así que los oficiales le permitieron terminar el juego.

Después de que su equipo ganara, colapsó y murió. 

Por solo diez centavos era posible asistir a un evento deportivo donde relajarse y desconectar de los problemas reales en un recinto con aire acondicionado mientras docenas de patinadores daban vueltas a la pista durante horas. Así, no sería del todo atrevido decir que el Roller Derby atrajo y se nutrió en su origen de un público esencialmente obrero y trabajador.

1937, El público pide sangre

1950, Imagen de © Bettmann/CORBIS

En 1937, el Transcontinental Roller Derby dio un salto cualitativo hacia lo que hoy día entendemos por Roller Derby, o por lo menos hacia la imagen que a todos nos viene a la mente cuando oímos esta palabra. Y es que, apoyado por la prensa deportiva, este espectáculo experimentó un fuerte tirón que se tradujo en la introducción de reglas que lo alejarían de su origen fundacional basado en la resistencia para mutar poco a poco en un deporte de contacto donde el bloqueo entre los patinadores/as se hizo norma común. Comenzaron así los empujones, los codazos, las peleas y las reyertas sobre ruedas. Una nueva era se abría en el horizonte para un deporte cada vez más popular.

Roller Derby 1948. Foto publicada en Life Magazine

Sin embargo, el Roller Derby viviría su peor episodio el 24 de marzo de ese mismo año, cuando un autobús repleto de patinadores que viajaba de St. Louis a Cincinnati se estrelló al perder un neumático. El accidente supuso la muerte a diecinueve personas. Las llamas alcanzaron los cuarenta pies (12.192 metros), el conductor voló literalmente atravesando el cristal parabrisas, y entre llamas, el resto de pasajeros se enfrentó a un infierno, siendo pocos los afortunados que pudieron escapar. El desafortunado accidente supuso un golpe bajo para la Roller Derby Transcontinental, una verdadera desdicha que marcó un punto de inflexión para este deporte. 

Aun así, durante los años venideros, los fanáticos se volvieron locos por las carreras en patines. Los clubes de seguidores aparecieron por todo el país y miles de aficionados se subscribieron a la revista Roller Derby News. Este deporte ya tenía su hueco en la prensa escrita a principios de los años cuarenta del siglo XX, pero no fue hasta el momento de ser televisado cuando eclosionó definitivamente, llegando así a todos los hogares norteamericanos. Las Roller Derby crecieron en más de cincuenta ciudades avaladas por cinco millones de espectadores.

En las Roller Derby


solo un patinador ha sido asesinado en la pista

La entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial acabó con la fiesta sobre ruedas cuando más de la mitad de los patinadores se alistaron en las fuerzas armadas. Tras esta inflexión, el deporte de carreras con patines se redujo a un equipo que viajaba junto a las tropas con el fin de entretenerlas. El espectáculo veía como las gradas de sus velódromos cada vez estaban más vacías. La atención por el conflicto armado creció, y de la noche a la mañana las pistas de carreras quedaron desoladas.

Nueva era. Hitler ha muerto

Tras la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos brotan multitud de manifestaciones culturales que se se expresan a través de los jóvenes en forma de música, moda o deporte. Bajo este nuevo universo de oportunidades las Roller Derby continuarán su carrera bajo la mano Jerry Seltzer, hijo del fundador y promotor Leo Seltzer, una nueva carrera que comienza en los años sesenta pero que solo llegará hasta 1973, año en el que el heredero cerró la organización.

Tras el cierre hubo varios intentos de recuperar las carreras de este viejo deporte durante las décadas de los ochenta y los noventa, pero no fue hasta el cambio de siglo cuando el revival cobró su verdadera fuerza de la mano del bando femenino. Y es que, sin duda, fue gracias al empuje de las Roller Girls como el Roller Derby resucitó de sus cenizas para reconstruir un mapa de competición similar al de sus años dorados. Nuevas ligas organizadas por las propias corredoras crecieron como la espuma al sustituir la antigua pista de velódromo por la pista plana, mucho más fácil de encontrar, y para 2010 habían más de 450 ligas de Roller Derby alrededor de todo el mundo.

A día de hoy, el Roller Derby prospera sin la necesidad de mirar atrás. Ya no es solo un deporte exclusivamente norteamericano, sino internacional. Las ligas se multiplican, y el interés aumenta. Pero por encima de todo, lo verdaderamente interesante es que lo hace de la mano de las chicas, un síntoma claro de que la revolución será femenina o no será, una máxima que desde hace años penetra, cada vez con más fuerza, entre los invisibles muros de nuestro imaginario.

Chicas Roller Derby en la prestigiosa revista Life Magazine en 1948.

Antiamérica Roller Derby en París, 1953

La famosa patinadora Midge Brasuhn

 

Cristian Aguado Crespo