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Los años sesenta, sobre todo en Estados Unidos, se vinculan por norma general a una orgía contracultural donde los jóvenes experimentaron y rompieron con los pilares más gruesos del status quo. Sin embargo para gays, bisexuales y transexuales aquella eclosión cultural tuvo que esperar unos diez años más de lo normal, exactamente hasta pasada la madrugada del 28 de junio de 1969, cuando en pleno ghetto de Nueva York estalló una guerra que duró seis noches y catapultó al movimiento de liberación sexual hacia la conquista de sus derechos.

Travestis, gays, lesbianas, chicos de la calle, transexuales, negros, blancos, latinos… La mejor de las parroquias unida frente a la policía de Nueva York reclamando libertad. Así fueron los disturbios del bar Stonewall Inn.


LOS DISTURBIOS DE STONEWALL


A medíados del siglo XX la aceptación y la libertad sexual era casi una utopía. En 1953 una orden firmada por el Presidente Eisenhower pregonaba la perversión sexual como motivo de despido laboral, se publicaban en medios de prensa listas de arrestados sospechosos de ser homosexuales o de manifestarlo públicamente y existían leyes para no conceder licencias profesionales a quienes hacían ejercicio de su libertad sexual entre un vergonzoso abanico de estratagemas homófobas que ponían de manifiesto que el control social era unidireccional.

Durante décadas se pretendió hacer de la homosexualidad una enfermedad, una patología que se podía curar a través de la medicina profesional. Los  grupos de gays y lesbianas que se formaron por entonces eran pequeños y estaban desconectados entre sí cuando no en conflicto, una realidad que no cambió hasta los sesenta y que eclosionó en 1969, una fecha de inflexión que marcó un antes y un después en la carrera por la conquista de la libertad sexual.

Influenciados por los militantes del Black Power y por el argot de los movimientos radicales de 1968 como «Black is beautiful» y «Black power”,  el movimiento homosexual adoptó el de «gay is good» y «gay power» como gritos de guerra.

En la Costa Este aparecieron organizaciones donde los militantes protestaban abiertamente contra las leyes que prohibían a los homosexuales acceder a empleos federales. Así, el 4 de julio de 1965, comenzó un plan anual de protesta frente al Independence Hall de Filadelfia, donde vestidos con trajes y corbatas, vestidos y tacones, un puñado de piquetes se propuso recordar a la nación que todavía había un grupo de estadounidenses que aún no había recibido el trato y los derechos humanos.

En el distrito Tenderloin de San Francisco, incluso hubo un ensayo de disfraces de Stonewall en el verano de 1966 cuando el maltrato de un travesti por un policía en un restaurante local frecuentado por drag queens y jóvenes gays callejeros provocó «estragos generales«, incluyendo ventanas rotas y la quema de un puesto de periódicos.

Se sucedieron diferentes  manifestaciones a lo largo de los sesenta evidenciando lo que era una realidad, pero nada llegó a ser tan dramático y de tal alcance como lo que ocurrió en Nueva York en 1969, donde los sentimientos acumulados explotaron en forma de ira.  

Los bares, el último refugio para Lesbianas,Gays, Bisexuales y Transexuales

Grupo de jóvenes en la puerta del Stonewall Inn celebrando la noche tras los disturbios

En una sociedad especialmente intolerante con la libertad sexual los bares eran los únicos lugares públicos donde poder socializar con normalidad, los pocos sitios donde poder divertirse. Pero estos también tenían sus contras. Redadas, hostigamientos, detenciones y humillaciones por parte de la policía fueron durante años el pan de cada día de una comunidad cada vez más grande que veía con frustración cómo sus deseos de libertad se pisoteaban desde California hasta Nueva York a pesar de que no existiesen leyes explícitas contra la homosexualidad.

En Nueva York fue la mafia la encargada de dirigir muchos de los establecimientos y locales que frecuentaban los miembros de la LGTB, y el Stonewall Inn no fue una excepción.

Ubicado en la encrucijada de Christopher Street y Seventh Avenue South, cerca de una importante estación de metro, dejando atrás las antiguas oficinas del mayor semanario independiente de la nación, el Village Voice, encontrabas el Stonewall Inn. Era oscuro y en él se aglutinaba la más heterogénea de las parroquias.

Drag Queens, lesbianas, muchachos de la calle, personas negras, latinas y blancas mezcladas al ritmo del baile en «un bar hecho para gente demasiado joven, demasiado pobre o simplemente demasiado para llegar a cualquier otro lugar situado en el mismo corazón del ghetto.» Vito Russo.

Bar Stonewall Inn de Nueva York

Al igual que con la mayoría de los establecimientos alternativos, el dueño de la mafia, Fat Tony, tenía comprada a la policía para evitar sustos, pero a pesar de que los negocios parecían funcionar bien entre la mafia y la policía las redadas se repetían de manera improvisada, siendo muy habituales en el bar Stonewal Inn.

Nadie conoce el verdadero motivo, pero la noche del 28 de junio de 1969 lo que parecía iba a ser una  incursión rutinaria en el bar Stonewall se tradujo en una batalla campal en plena calle.

Con el pretexto de que el local trabajaba sin licencia, un puñado de policías dirigidos por el inspector adjunto Seymour Pine, pensó que podría hacer un trabajo rápido, posiblemente confiados al interpretar la escena desde el estereotipo de que gays y lesbianas no opondrían resistencia alguna.

Lo cierto es que en principio así fue, pero a medida que las multitudes se congregaban en el exterior y crecía el hostigamiento, la situación se desbordó para traducirse en un huracán de furia de cuarenta y cinco minutos que dio paso a un enfrentamiento posterior de dos horas contra los antidisturbios al que se sumaron unas dos mil personas en total.

Manifestante en los disturbios de Stonewall Inn. NY 1969

Manifestante en los disturbios de Stonewall Inn. NY 1969

Sin duda el enfrentamiento contra la policía supuso una victoria para la LGTB, quien asestó un duro golpe al status quo del que nunca se recuperó.   

A la noche siguiente la rebelión se extendió entre grupos organizados de izquierda y más gays, lesbianas, travestis y trans, que salieron a la calle a protestar nuevamente por años de humillación.

Los periódicos se inundaron de titulares sexistas, incluso entre los más progresistas. 

El diario Sunday News titulaba así la noticia: «El nido homosexual ha sido asaltado, las abejas reinas están picando como locas.»

La mayoría de los informes de testigos relatan que fueron los grupos más despreciados y oprimidos de la comunidad gay quienes desempeñaron el papel principal en los disturbios.

Un grupo multirracial de adolescentes homosexuales pobres, de los cuales  muchos vivían en las calles porque habían sido expulsados ​​de sus hogares o huían del abuso, se burlaron de los policías de forma descarada. Travestis desafiando a la policía a ritmo de taconazo de aguja, lesbianas haciendo frente a la mirada del público y bisexuales sacando los colores al patriarcado de la clase media conservadora norteamericana.  

El poeta Beat Allen Ginsberg, resumió así la atmósfera:

“Saben, los muchachos allí eran tan hermosos,

habían perdido esa mirada herida

que todos los maricas tenían hace 10 años».

Disturbios de Stonewall

Lo que separa a los disturbios de Stonewall de todo el activismo gay anterior no fue simplemente el inesperado desafío nocturno en las calles, sino la movilización consciente de activistas nuevos y experimentados.

Homosexuales e izquierdistas heterosexuales, Socialistas, Black Panthers, Yippies o los puertorriqueños Young Lords se unieron de forma espontánea noche tras noche para participar en los enfrentamientos con la policía.

Stonewall representó el ataque de ira de veinte años de trabajo desempeñado por pequeños grupos de mujeres y hombres por el derecho a la libertad sexual, un goteo que desembocó en una ola espontánea de furia que abrió el camino del progreso hacia la conquista de los derechos individuales y transformó la política hasta nuestros días.

Manifestación del Gay Liberation Front