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Imagina que el litro de gasolina cuesta 10 céntimos de euro, asegurar tu vehículo te supone menos esfuerzo económico que comprar un traje de vestir, no existe el control de emisiones contaminantes y perteneces a la primera generación del mundo que dispone de tiempo y dinero suficientes para gastar en lo que quiera.

Así fueron los fértiles años sesenta en Estados Unidos, una década prodigiosa en la que los jóvenes norteamericanos se convirtieron en el foco de atención de la industria del motor, una década en la que las grandes empresas automovilísticas tuvieron que aceptar a regañadientes que las nuevos consumidores querían disfrutar de un coche totalmente diferente al de sus padres, y en definitiva, fue así cómo del año 1964 a 1970 invadieron las carreteras los llamados muscle cars, auténticas máquinas de acero diseñadas para partir cuellos.

 


MUSCLE CARS

Coches diseñados para romperte el cuello


 

La prensa especializada define un muscle car como «un coche de tamaño medio, con un precio razonable y orientado a las altas prestaciones gracias a sus potentes motores V8». A lo que de manera informal e imprecisa se podría añadir que aparecieron a lo largo de los años sesenta en Estados Unidos como respuesta a la demanda de un público amplio con posibilidades económicas.

Es complicado fechar y determinar cuál fue el primer modelo muscle car. Existen distintas interpretaciones y diferencias que lo hacen imposible, y como cualquier otro invento su aparición no es sino resultado de una serie de acontecimientos que lo dirigen hasta su institucionalización. En el caso de los  muscle cars fueron algunos modelos de los años cincuenta quienes abrieron el camino hacia su definitiva madurez con coches grandes como el Chrysler C-300 de 1955 o el Chevrolet Impala de 1958.

Chrysler C330 1955

Chevrolet Bel Air Impala Sport Coupe 1958

 

El cambio de década de los cincuenta a los sesenta se produce en el mundo del motor a toda volocidad, conducido, nunca mejor dicho, por las grandes compañías automovilísticas y su cada vez más pronunciada obstinación en vender el coche más grande, potente y de menos peso. La competencia entre Chevrolet, Chrysler y Ford era más que palpable, a la vez que la macro compañía General Motors jugaba la partida moviendo sus fichas de acuerdo a sus diferentes divisiones (Pontiac, Oldmobiles y Chevrolet).

En 1961 Ford fabricaba coches de 375 cv, y en 1963 de hasta 420 cv de potencia y cuatro cilindros. Chrysler lucía los motores mopar, y en 1964 sacaba al mercado el modelo Doge, con 440 cv, considerado por muchos el mejor coche de principios de los 60.

La competencia entre los principales fabricantes de automóviles era intensa, y fue cuando en General Motors, la compañía que por entonces menos presionaba a sus competidores, ocurrió algo que determinaría el rumbo de los muscle cars. La división de Pontiac cambiaba de director general con el fin de renovar la imagen de la marca e incorporaba a un joven y prometedor ingeniero, John DeLorean.

«El problema era que hacían automóviles muy antiguos y como consecuencia perdían clientes. Sus ventas disminuían. No había ninguna emoción, porque no la querían. Era una situación bastante triste», John DeLorean.

John DeLorean, el mismo que años más tarde daría vida al coche de la película Regreso al Futuro

 

Lo que gana en domingo se vende el lunes

En los sesenta las exhibiciones y las carreras de coches estaban a la orden del día, y no existía mejor fórmula de venta para una marca de coches que ganar en ellas. Un triunfo en una competición tenía su equivalente traducción en dólares a la semana siguiente. Ser el primero frente a la mirada de miles de personas suponía tener el concesionario lleno de curiosos y fervientes compradores a la búsqueda de la última sensación. La expresión Lo que gana en domingo se vende el lunes resumía la apuesta de las grandes compañías por la participación en eventos deportivos de competición.

John DeLorean era más que consciente de la importancia e influencia que las carreras de coches ejercían sobre los potenciales compradores, y al poco tiempo de su fichaje por Pontiac había introducido en la competición un nuevo modelo, Duty, con quien se había convertido en un nuevo ganador. Toda una sorpresa. En una año ganó 49 carreras de 53, lo que atrajo la atención de los jóvenes y supuso el rechazo de los mayores.

Circuito Daytona 1959

Circuito Daytona 1959

Circuito Daytona 1959

Pontiac miraba al horizonte con nuevos ojos y en 1963 tenía en sus manos la llave que abría la puerta blindada de los negocios. Pero existía un inconveniente de intereses. Por entonces General Motors controlaba el 55% del mercado de ventas, ya que entre sus divisiones se encontraban también Chevrolet y Oldmobiles, y para el gobierno de Estados Unidos controlar el 60% del mercado de un sector era motivo de intervención, lo que llevó a GM a moderar su expansión. La decisión fue retirar la inversión destinada a los eventos deportivos, dejando a DeLorean de nuevo a cero.

Pontiac GTO , un icono muscle car

Tras la decisión de GM de retirarse del mundo de las carreras DeLorean tuvo que reinventar su coche. Tenía algo claro, debía ser para los jóvenes. Por entonces el baby boom de la posguerra ya había hecho de aquellos niños un nicho de mercado sustancialmente considerable, y eran en definitiva los nuevos consumidores.

California era un hervidero de cultura. Hot Rods, música juvenil, surf, bikers… DeLorean viajaba de forma periódica a ver lo que se llevaba allí, y al poco tiempo apareció el GTO de Pontiac, el modelo que podría considerarse el primer muscle car de la historia. Corría el año 1964.

«Cogí un pequeño Tempest y le puse un motor más grande, neumáticos agresivos, una palanca de cambios que compré en un catálogo y una suspensión más dinámica. Ese era el coche con el que iba a trabajar todos los días. Era divertido, y lo prestaba el fin de semana. Les decía: tenéis que conducirlo. Y me costaba mucho recuperarlo, por lo que pensé que había un mercado. Y resultó ser cierto. Era el coche de quien todo el mundo se enamoraba inmediatamente», John DeLorean.

Pero había otro inconveniente. Aunque los años sesenta en Estados Unidos fueran una fiesta de ferviente emoción juvenil y de cambio, la sociedad americana era todavía del todo conservadora, lo mismo que los directorios de las grandes empresas. DeLorean se había saltado una regla básica, no colocar motores grandes en coches pequeños, y tuvo que pagar una absurda sanción: Se fabricarían tan solo 5000 unidades bajo pedido exclusivo

Los cinco mil Pontiacs volaron literalmente de los concesionarios y en menos de un mes habían otros 15 mil compradores esperando el suyo. La dirección de GM sabía que tenía un éxito en sus manos, y fue a regañadientes como permitieron que el modelo GTO de Pontiac se convirtiera en el coche de vanguardia.

Pontiac GTO Judge 1969

En 1964 se vendieron más de 30 mil ejemplares del GTO. En 1965, 87 mil. Y en 1966, se triplicaba hasta 96 mil. «El problema era que quienes tenía los coches emocionantes eran los tipos regordetes de Wall Street, que no sabía conducir, mientras que los jóvenes que verdaderamente sabían cómo hacerlo no podían permitírselos. De repente poníamos a su alcance un automóvil que corría como cualquier otro, y a muy bajo precio», John DeLorean.

Un Pontiac GTO costaba menos de 3000 dólares. Era la eclosión de los muscle cars. Todos querían tener uno, y por fin era posible. Las carreteras se llenaron de máquinas de acero que rugían en los semáforos esperando batirse con el coche de al lado. EEUU vivió una verdadera fiebre del oro del automovilismo. Chevrolet y Ford se sumaron a la carrera, y comenzó lo que se conoce como la era dorada de los muscle cars.

Norteamérica vivía una verdadera fiesta del motor. Coches y más coches cada vez más potentes y estilosos. Verdaderas máquinas de correr invadieron las carreteras de EEUU. Chevrolet, Los Ponys de Ford, Pontiac, Chrysler, Oldsmobiles. Una fiebre que tuvo como resultado una fértil producción de muscle cars de diferentes estilos y categorías que terminaba con la entrada de los setenta.

Años 70, la dura realidad

Crisis del petróleo, 1973

 

Fueron una serie de motivos quienes terminaron con la ola de produción de muscle cars, pero sin duda alguna la principal fue la crisis del petróleo de 1973, que afectó a todos los países que habían apoyado a Israel durante la guerra de Yom Kipur. El suministro se vio profundamente afectado y el precio de la gasolina se disparó. Con una inflación descontrolada ya no era tan fácil dar de beber a las sedientas máquinas de acero.

Por otro lado los seguros de los coches subieron el precio. Los accidentes con los muscle cars no eran hábito pero sí comunes. Y por último comenzaron las políticas de control de emisiones contaminantes.

En cuestión de una año los muscle car desaparecían del mercado, y sólo se podían encontrar en concesionarios de segunda mano. Increíble pero cierto. La lógica del mercado se anteponía sobre las exigencias y demandas del público, y el optimismo americano de los sesenta y la explosión cultural no eran suficientes para dar respuesta.

Los muscle cars se siguieron fabricando durante los años setenta, pero en menor medida. Ya no eran baratos y fáciles de adquirir. Como explica John DeLorean: «La diferencia era que el GTO era muy asequible. Un padre podía regalárselo a su hijo para que fuese a la universidad, o para su último curso de instituto. De cualquier modo no costaba mucho dinero». Pero después de la crisis del petróleo eso ya no era así, y los muscle cars se convirtieron en piezas cada vez más costosas. Terminaba así la ápoca en la que los coches eran coches y los hombres eran hombres.

MUSCLE CARS

Chrysler Plymouth-Roadrunner, 1968

AMC AMX 390, 1970

Buick Gran Sport, 1972

Buick GSX, 1970

Chevrolet Impala 1967

Chevrolet Impala, 1964

Ford Boss Mustang, 1969

Ford Mustang GT, 1965

Mercury Comet, 1965

Mustang Shelby GT500KR

Oldsmobile 442 1967

Oldsmobiles 442, 1964

Pontiac GTO 1964

Pontiac Judge, 1969

 

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