A principios del siglo XX el mundo del espectáculo de variedades veía cómo el universo del motor asomaba las orejas. Los bailes, el humor, los números musicales, la muestra de rarezas o el espectáculo con animales daba la bienvenida a un nuevo formato de acrobacia donde la máquina se convertía en la protagonista. Uno de estos espectáculos fue El Muro de la Muerte, un espectáculo esencialmente anglosajón donde los pilotos desafiaban a la gravedad dando vueltas alrededor de un cilindro.
Durante décadas El Muro de la Muerte formó parte de los espectáculos de variedades en diferentes países, sobre todo en EEUU y Reino Unido, donde gozó durante décadas de una notable popularidad. Sin embargo, esta afición fue perdiendo protagonismo a lo largo del siglo hasta dejar a penas un rastro que puede contarse con los dedos de la mano.
Lo que nunca imaginaron ingleses y americanos es que tras la decadencia y olvido de este espectáculo fueran a ser un puñado de indios desangelados y padres de familia quienes, subidos en sus motos y coches de desguace, tomarían el testigo para devolver El Muro de la Muerte a lo más alto de la cumbre .
El Muro de la Muerte de la India
Dioses Sagrados y Folklore Motorizado
El Muro de la Muerte (Wall of Death) tiene su origen en las carreras de bicis en pista ovalada, velódromos. Pistas de atletismo reconvertidas con tablas de madera para rodar suavemente sobre dos ruedas que, con el tiempo inclinaron sus curvas hasta convertirlas en rampas de despegue. Por él han pasado protagonistas de todo tipo: temerarias mujeres piloto, leones, hot rods con asientos para leones, Harleys e Indians, entre multitud de personajes. Un relato de leyenda que continúa haciendo historia frente a todo pronóstico, esta vez de la mano de un puñado de indios desangelados y sin asegurar.
Cada año centenares de miles de hindús realizan su peregrinaje a Magh Mela, un festival anual celebrado entre los meses de enero y febrero cerca de las orillas de los ríos próximos a los templos sagrados de Uttarkashi (Uttarakhand). Este festival contiene por esencia una connotación religiosa y de ritual, pero también cuenta con la participación de feriantes de toda índole que convierte esta cita en la reunión pacífica más grande del mundo, todo un festival que dura 45 días. Y es allí, en el epicentro del ritual sobre el origen del universo, donde se hace posible presenciar el espectáculo de El Muro de la Muerte.
El espectáculo de El Muro de la Muerte reúne a un público de unas 400 personas y dura aproximadamente una hora (dependiendo del lugar), 60 minutos donde los pilotos arriesgan sus huesos y sus vidas por un salario de unos 200 € realizando ejercicios acrobáticos que lejos quedan de ser asegurados por los empresarios. A día de hoy son unos veinte los Muros de la Muerte que quedan en el país, una cifra superior a las de EEUU (tres en 2006, cifra de The New York Times) e Inglaterra.
Junto al público y la velocidad, la muerte se ha convertido en la compañera de trabajo de estos pilotos en un negocio del espectáculo extremadamente exigente, donde los riders tienen que saciar, cada vez más, las peticiones del público arriesgando sus vidas de forma exponencial. El público cada vez quiere más, y si al principio dar vueltas en vertical sobre el cilindro era sorprendente ahora la audiencia quiere ver cómo el piloto salta en marcha de dentro del coche a una moto que los persigue. El siguiente reto se desconoce de momento.
Para norteamericanos e ingleses el El Muro de la Muerte goza de cierta familiaridad, ya que fue en EEUU donde esta disciplina brotó de las carreras de motodrome a principios del siglo XX. El primer motodrome data de 1911, en Coney Island, para más tarde mutar hacia el silodrome en el Reino Unido ( Essex, 1929), donde alcanzó una sustancial popularidad hasta mediados de los años sesenta.
Finalmente El Muro de la Muerte viajó a la India, donde en un principio los pilotos utilizaban bicicletas a pedales en sesiones que podían durar hasta 48 horas (con relevos), hasta que fueron definitivamente sustituidas por motos y coches que han reemplazado el espectáculo de resistencia por el de las acrobacias atrevidas donde los pilotos aprovechan para cazar el dinero de la mano de los espectadores mientras giran por lo más alto del muro, no sea que al día siguiente falte para gasolina.
Sin duda, la esencia de este espectáculo prosigue, ahora bajo el aura del cochambroso y exótico floklore de la India actual. Lejos del sofisticado universo norteamericano sorteado de la mano de Harley Davidson donde el rock and roll hizo de banda sonora, El Muro de la Muerte continúa resistiendo al paso del tiempo entre dioses sagrados y coches Suzukis de los años 80.
Para más información sobre el origen y evolución de El Muro de la Muerte, leer el artículo The Wall Of The Death. Pilotos y leones en órbita