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Ángeles que brillan al clamor del público, demonios que vuelan desde las cuerdas, el bien y el mal enfrentados en un cuadrilátero tras una máscara.

¿Será mi vecino aquel luchador que esconde su rostro?¿El novio de mi prima?¿Mi jefe?¿ Obama?¿Rajoy?

Aquí una muestra fotográfica de Belinda Bono de uno de los espectáculos más emblemáticos y aclamados del mundo chicano, La lucha libre mexicana.

Por superficial que parezca la profundidad de la lucha libre sobrepasa los cálculos de los más sofisticados sociólogos. La ininterrumpida serie de combates de lucha mexicana que comenzó en 1933 contunúa sin tregua hasta hoy y no parece que vaya a parar. Una vez más el peso del dictamen de la masa popular recae sobre lo que se queda y lo que se va y establece a la fuerza los cánones de la estética y gusto de la sociedad. Ante ustedes una muestra de La Apocalipsis de la cultura baja en emulsión reconstruyendo el visionario social. Si eres de lectura selecta y te auto declaras erudito no te arranques los pelos e intrégrate en el misterioso y casposo mundo de la lucha libre mexicana.

La lucha libre mexicana aparece durante los años 30 después de que Don Salvador Lutero Gonzáles viajase a Texas y acudiera a una serie de combates entre hombres donde se reinterpretaban la esceneografía de la lucha olímpica cuerpo a cuerpo con una pequeña dosis del ambiente clandestino. Si bien la clásica no permite golpes directos, la lucha libre incorpora todo el morbo de las peleas rudas, cabezazos, puñetazos y barbaridades. El interés de Salvador Lutero le llevó a exportar este tipo de lucha a México por el año 33 del siglo pasado, y desde la fecha no se ha interrumpido ni un solo combate. El hecho de que desde 1933 haya sido así se debe a la fuerte aceptación de este espectáculo entre el sector popular, sin duda juez supremo que decide qué se queda y qué desaparece.

Se conocen los años 50 como los prolegómenos de lo que luego sería la edad de oro de la lucha mexicana. Para entonces existía una embutida lista de luchadores característicos que nutría el universo de personajes y escenografía de la lucha libre.

La interminable lista de luchadores recuerda, si no supera, a la liga de súper héroes de marvel. Ángel blanco, Black Shadow, Blue Demon, Tarzán López, Rey Mendoza, El Santo, El Rayo de Jalisco, Huracán Ramírez, Cabernario Galindo… La lista es interminable de bien a mejor.

La máscara es sin lugar a dudas el elemento caraterístico de la lucha libre mexicana, quien despierta admiración y misterio. ¿Quién se esconde tras esa máscara? ¿Será mi profe? ¿El conserje de mi edificio? Toda la magia, misticismo, fidelidad freak y rollo parafernálico se lo concede la máscara. En la eternan batalla librada entre el bien y el mal que se da en los retales del cuadrilátero la máscara esconde los rostros de quienes se presentan como luchadores técnicos, representantes del bien, el juego limpio, las reglas y el cumplimiento, por otro lado los rudos, en este caso el mal, juego sucio, improvisación, valores bajos y falta de ética. Y en esta disputa encarnizada se desarrolla el eterno y complejo juego de por quién tender. Finalmente el bien siempre vence, pero sin duda la escena no tiene sustancia sin la complejidad y enrevesamiento de los instintos bajos de los personajes malos.

 

Con ustedes las fotos de Belinda Bono

Chopper Monster es de ley