ENTREVISTA CON
MURRAY MOLLOY
El último tragasables de España
Camas de clavos, colocar la cabeza encima de cristales rotos para que te la pisen, introducirte clavos a martillazos por la nariz, contorsionismo y tragar sables. Hay quien pensará que estás loco, ¿no crees?
Sí, claro, pero me lo tomo como un cumplido. Si estar en el sano juicio es dar millones a los bancos mientras la gente muere de hambre, destruir el planeta donde vivimos, y apoyar la esclavitud infantil en el congo para tener un Iphone nuevo, ¡prefiero estar con los locos!
Eres uno de los últimos tragasables del mundo, uno de los últimos de una estirpe centenaria que poco a poco desaparece ¿Eso es bueno o es malo?
Las dos cosas. Es bueno porque sigue siendo algo especial ver a un tragasables en directo, y por eso es tan impactante, no tratas con un publico «pasota».
Hablamos de que es un arte que está muriendo, de que la época dorada del sideshow ya pasó. Pero sin embargo, creo que siempre van a haber tragasables, siempre va a haber gente que quiere dominar su propia mente y cuerpo para hacer estos actos milenarios, y siempre habrá publico, porque entre el asco y el miedo se cocina el morbo, y al igual que el sexo, el morbo vende.
¿Podrías explicar al público de dónde procede, en qué consiste y cuál es la filosofía que respalda tu profesión? Es decir, pon al público en situación, porque no hablamos de tonterías.
El linaje de los tragasables nos traslada a la India antigua, alrededor del año 2000 antes de Cristo. Los faquires originales eran dervishes sufis, y luego se empezó a usar este adjetivo para referirse a los sadhus de la cultura hindú, pero el significado real del término sirve para describir la necesidad espiritual del hombre para lo divino.
A los Sadhus y faquires les atribuían poderes milagrosos, los cuales solían exhibir a través de increíbles hazañas, como andar sobre brasas, atravesarse pinchos por la piel, comer fuego o tragar espadas. Estos actos continúan impresionado hoy en día al público, así que imagina cómo pudo ser la reacción hace 4 mil años.
Básicamente se trataba de dominar y transcender el cuerpo, la mente y el ego, para ir más allá de la vida mundana a través de prácticas como el yoga, la meditación y otras prácticas espirituales.
Al final del siglo XIX, cuando el circo era el rey del entretenimiento, existían los sideshows (palabra que proviene del ingles «beSIDE the show», al lado del show). Estos se encontraban a la entrada del circo para la gente que llegaba antes de tiempo, y habían rarezas, freaks y curiosidades. De aquí viene la idea del faquir como lo entendemos hoy.
También influyó la fascinación que por entonces la gente tenía por la India, la magia y los grandes magos de esta época, quienes no tenían problema en hacer uso del exoticismo en su marketing y espectáculos.
Yo, aunque aprecio la filosofía que respalda este tipo de faquirismo, realmente, en este sentido no me considero faquir, ya que es un nombre que se utiliza en muchos lugares para describir a artistas que desarrollan actividades como las que yo hago, pero frente a esto, yo me considero más un tragasables, artista de calle y un sideshow.
La diferencia reside en que, por un lado, el faquir suele ser un espectáculo más serio, con todo el rollo de llevar turbante y zapatillas de Alladín, y presentar las cosas con un aire de misterio, cosa que yo no hago debido a mi filosofía de vida o mis valores. Pero no quita que al actuar ponga en práctica mecanismos, conocimientos y una serie de habilidades aprendidos sin los cuales no podría hacer lo que hago. Soy un tío haciendo estas locuras y presentándolas con humor. En mi caso, no se trata de conocimientos esotéricos.
Lo cierto es que si uno se para a pensar es posible que sea más “suicida” el hecho de trabajar a disgusto toda una vida bajo un horario estricto en un lugar que ni estimula ni motiva. En este sentido, ¿qué significa para ti ser faquir y de qué ventajas podrías presumir?
Sí, la aventura es peligrosa, ¡pero la monotonía mata! A mí por lo menos nunca me atrajo la idea de casa-trabajo-hipoteca-mujer-niños; busco otras cosas en mi vida. Tuve que aprender a pensar por mí mismo, a preguntarme qué era importante para mí, qué era lo que me hacía disfrutar, y eran muchas cosas.
Para mí la libertad era importante, el superarme a mí mismo, tanto física como mentalmente. Quería viajar, dar algo al mundo, quería hacer algo positivo, y creo que eso es lo que significa el arte de la calle. Es un arte para toda la gente, para todos los que apoyan contribuyendo a la gorra y hacen que los que no contribuyen también puedan disfrutar de él, es un arte para viejos y niños, liberales y conservadores, ricos y pobres, trans, heteros, homos y queers; blancos, negros, amarillos y rojos, y atraviesa todas estas barreras con el humor, el asombro y la alegría de estar en el aquí y ahora.
Ser un tragasables reúne todo esto. Viajo, no tengo jefe ni despacho, constantemente tengo que crecer, y me da el tiempo y el estímulo para ello.
¿Y cuáles son las contraprestaciones de tu gremio?
¿Sabes cuánto pesa un cama de clavos? No tienes ni idea del coñazo que es viajar con ella. También es un rollo explicar a la policía porqué tengo el coche lleno de espadas, látigos, camisas de fuerza, cristales rotos y combustible, o coger un avión con la maleta llena de espadas.
Hay infinidad de cosas que mucha gente consideraría una contraprestación, pero que, sin embargo, para mí son cosas a favor, como la inseguridad, el riesgo, la inestabilidad o viajar sin parar. A mí estas cosas me mantienen despierto frente a lo que yo considero que es la vida.
¿Cuándo comenzó tu interés por el faquirismo?
Con 18 años tuve una crisis existencial. Leí un libro sobre body art que hablaba de rituales antiguos de todo el mundo. Ahí conocí los Okipa (un ritual de los Mandan del Norte de Dakota donde, después de unos días de preparación, a los hombres les cortan la piel a la altura del pecho y los cuelgan en unos palos de madera hasta que ven visiones). También conocí los Sweatlodges de los indios americanos del norte, los rituales de los Sadhus de India, los faquires musulmanes o los monjes Saholín. Toda esta gente decía haber experimentado directamente algo que daba sentido a su vida, y eso me atrajo mucho más que el concepto de fe de la iglesia católica.
Quería experimentar cosas, no solo creerlas. Buscaba respuestas y así comencé a investigar más. Me interesó mucho toda la parte del control corporal y mental, y la filosofía también, y tuve algunas experiencias muy fuertes. Aunque sinceramente, la verdad es que me motivó mucho más ver las caras de mis amigos el día que me tragué un sable o comí cristales por primera vez.
¿Cómo se forma un faquir? ¿Hay escuelas de faquires, maestros? ¿Cómo funciona esto?
Básicamente soy autodidacta. Me formé poco a poco haciendo muchos espectáculos, conociendo a otros artistas y compartiendo conocimientos. Ni maestro ni nada.
No he tenido ningún mentor, pero he visto a través de internet que algunos aceptan estudiantes. En mi caso y en los que conozco nos hemos formado a través de una dolorosa metodología de prueba error. Me he quemado un montón de veces antes de aprender la manera de comer el fuego de la antorcha y me he cortado docenas de veces saltando encima de cristales rotos.
En España se estila mucho la frase coloquial de: “papá, quiero ser torero”. Y de hecho es muy famosa la historia de Daja-Tarto, un torero frustrado que terminó convirtiéndose en el faquir más importante que ha dado el país. Tú eres irlandés, así que de toros por allí poco. ¿Qué dijeron tus padres el día que dijiste: Papás, quiero ser faquir.
La verdad es que no pedí consentimiento a mis padres, ni permiso, ni apoyo. Sabía que no me lo iban a dar. Cuando me preguntaron qué estaba haciendo, al principio dije show de calle.
No les gustaba, lo veían como «mi hijo es un mendigo». Pero bueno, por lo menos no se preocupaban por mi salud. Luego con el tiempo fui contándoles más, y vieron que yo estaba feliz, que tenía lo que quería. Finalmente pude hablar con ellos y explicarles por qué vivo de esta manera, y ahora sé que mi padre está super orgulloso de mí. Mi madre sin embargo no tanto, todavía le da cosa cuando tiene que explicar a algún conocido a qué se dedica su hijo. Pero, una vez les pregunté que querían para mí, y me dijeron: que seas feliz. Y eso soy.
¿Por qué te hiciste faquir?
¡Por el plan de pensión! jajajajajaj. Por un montón de razones, algunas buenas y otras estúpidas.
Me llamaba la filosofía, me gusta llamar la atención, quería retarme, viajar, mandar a la mierda el trabajo y a la sociedad; porque no tuve elección en realidad.
Empecé y vi que no había ningún argumento válido por el cual parar, y solo buenas razones para seguir. ¡Aunque ojo!, lo que para mí son buenas razones para otros son locuras.
Viajes continuos, viajes y más viajes. Se podría decir que siempre estás viajando. ¿Cómo es un año tuyo de trabajo?
Muy divertido. ¡Nunca sé qué me espera! No hay garantías ni jefes, ni tampoco planes a más de tres meses. Podría tener bolos programados pero suelo organizarme más a menos en bloques de tres meses. No hay un año típico.
Este año por ejemplo, empecé en España, luego me fui de gira un mes a la India, volví a España y viajé trabajando por el país. Luego a Inglaterra, Alemania, Russia, Rumania y Eslovenia, volviendo para trabajar en España entre viaje y viaje, entrenando para nuevos retos, buscando nuevos equipos y fabricantes para las cosas que necesito.
A veces es muy intenso, a veces más relajado, en ocasiones coges el coche, otras el tren, el avión, autobus. Llegas, te duchas, haces un espectáculo, comes algo y vuelves al tren, duermes en el autobús, subes a un avión y del tirón al siguiente espectáculo. Así es, y me encanta la vida que tengo, con sus incomodidades. Me mantiene en forma, me recuerda lo que es importante para mí.
¿Espacios públicos, la calle o salas de espectáculo? ¿Dónde te gusta más actuar?
La calle para mí es lo mejor. No hay nada entre ti y el público. Es tan íntimo que la gente pueden tocar y comprobar que las espadas son de verdad, pueden examinarlas y ver que no encogen, que no se meten por el mango. Es totalmente espontáneo y nuevo, y también es uno de los lugares más difíciles donde actuar. Pero para mí es sin duda el que más me gusta.
Aunque pueda haber gente que no lo crea, un faquir también paga sus impuestos ¿Cómo es lidiar con la burocracia de España y en qué se diferencia con otros países?
Las impuestos son un mal necesario. A nadie le gusta pagarlos, pero si no se pagan tienes un país como India, sin seguridad social, sin cuidados médicos básicos para toda la gente, infraestructuras malísimas y mucha pobreza y sufrimiento.
En España es más o menos sencillo cuando aprendes cómo funciona, pero es un coñazo.
Para contrastar, en España un autónomo tiene que pagar una cuota fija todos las meses, tenga ingresos o no. Tiene que dedicar tiempo al papeleo cada tres meses y hacer la declaración, y no tiene seguridad social.
En Irlanda pagas sobre lo que ganas, haces una declaración de la renta una vez al año, y ya está. El modelo de Irlanda, es a mi parecer, bastante más sencillo y justo, y no ocupa tanto tiempo.
Con todo lo que viajo, y teniendo en cuenta que todo el papeleo tiene que ver con la residencia, y que esta tiene que ver con cuántos días vivo en cada país, dependiendo del año me toca rendir cuentas a un sistema o a otro. Pero bueno, como he dicho, es lo que hay.
¿Qué crees que debería cambiar en ese sentido?
Yo que sé, que sea mas fácil y justo, y que no le suponga tanto tiempo al personal. Pero sinceramente, esto es algo que me importa relativamente poco. Realmente no sé dónde estaré viviendo de aquí a seis meses.
Suponemos que tendrás que practicar mucho. ¿Dónde prácticas?
Algunas de las cosas que hago son como montar en bici, en cuanto lo tienes aprendido ya no hace falta practicar.
Normalmente dedico más tiempo a entrenar cosas nuevas, probando ideas, y eso suelo hacerlo en casa, si es que hay sitio. Si no hay sitio pues lo hago fuera, en el campo, porque sinceramente mi casa se queda pequeña para chasquear látigos y escupir fuego.
Pongámonos en situación. Sabemos que tienes pareja y que vivís juntos. Imaginemos una escena cotidiana del día a día en vuestra casa. Tú estás tranquilamente practicando en el salón con tus sables, tragándolos a merced, como si nada, y de repente aparece ella. ¿Qué cara pone? ¿Cómo lo vive? ¿Cómo lleva tu pareja el hecho de que seas faquir?
Soy un poco caótico cuando entreno y nuestro piso no es exactamente grande, así que si estoy entrenando con espadas, la casa puede parecer estar llena de ellas, repleta de papeles con mis ideas, cosas para limpiar, tubos flourescentes y de neon, todo un poco desorganizado, y a veces me echa la bronca.
Pero hay algunas cosas que lleva muy bien, como por ejemplo el hecho de tener el tendedero lleno de camisas de fuerza durante dos días, ya que tardan mucho en secarse. O el hecho de que tenga maletas medio hechas por todas partes porque me voy o regreso de viaje.
Lo que peor lleva es mi relación con una espada en particular. Una espada curvada que cuando la trago empuja contra mi corazón y puedes ver los vibraciones de sus latidos a través de su empuñadura. Eso le da flojera, así que no suelo practicar con las espadas y ella en la misma habitación, ni suelo contarle mis ideas para nuevos números con espadas. Ella, en realidad, lo lleva mucho peor que el público, porque sabe que las espadas son de verdad. Te digo, me ha llevado al hospital. Si volvemos al: «Papis, quiero ser torero», ella es como la mujer del torero.
Hablemos del punto crucial, la muerte. La muerte a todos nos acecha, pero tú juegas con ella ¿Se ha convertido la muerte en una especie de fiel compañera de trabajo?
Se ha convertido más bien en una fiel compañera de vida. No hay una sin otra. Estamos obsesionados con dividir y separar, con el bien y el mal, blanco y negro, placer y dolor, vida y muerte. Pero si no sabemos el dulce, ¿apreciamos el salado? Lo que mi trabajo hace es no permitirme evadir el hecho de la mortalidad. Me recuerda que cada segundo es valioso, me hace apreciar mucho más el tiempo que estoy aquí.
¿Cuántas veces has terminado en hospital?
Muchas, pero la ironía es que, antes de ser tragasables, trabajé como soldador, y eso me mandó de urgencias al hospital más veces que las espadas. Es como cuando cruzas la calle en la India, como nadie sigue las reglas de conducir tienes que estar super alerta para no ser atropellado. Uno no se puede confiar, no se puede relajar, ni tampoco despistarse. Es como vivir con una serpiente venenosa suelta en la misma habitación. Siempre tienes que estar atento. Y aun así, los accidentes pasan.
Recuerdo un espectáculo en el que se quedó pegado a la espada una mota de polvo. Cuando la tragué, tosí. Fue tremendo, y tuve que ir al hospital. Afortunadamente no hubo lesiones graves, pero puede pasar cualquier cosa en cualquier momento.
¿Tienes contratado algún seguro privado?¿Lo has pensado?¿Te lo concederían?
Seguro de responsabilidad civil. No quiero ser responsable para nadie más que yo, aunque ya te digo yo que los seguros médicos privados no aceptan tragasables, somos demasiado arriesgados.
Tenemos entendido que en la India eres una estrella, la India, la Meca del faquirismo ¿Es eso cierto? ¿Cómo es el público de la India? ¿Cuál es tu público preferido?
Bueno, una estrella no. Se podría decir que tengo un pequeño club de fans allí, y parece que he llegado al publico joven por la forma que tengo de presentar el show, más atrevido, divertido e interactivo que los faquires tradicionales.
El público Indio me encanta, son super divertidos, muy peliculeros. Los artistas de calle decimos que no hay público malo, y me gusta actuar por todas partes, pero los latinos son un público muy bueno, se entrega mucho y ¡le dan rollo al espectáculo!