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La transformación estructural que reorganizó el mapa político internacional tras la Segunda Guerra Mundial llevaba intrínseca un trueque generacional que los sectores determinantes de la cultura conservadora y el status quo no fueron capaces de prevenir. El enemigo había sido derrotado y la soberanía de occidente, con EEUU a la cabeza, era una realidad. La economía resurgía de sus cenizas, y la sociedad volvía a encauzar, después de más de cinco años, su ritmo natural. Pero un imprevisto estaba por llegar, un cambio generacional que implicaría la reestructuración de la industria de la cultura, un cambio encabezado por milicias de jóvenes que se negaban a vivir en el mundo que sus padres habían diseñado para ellos, un universo nuevo imaginado por los jóvenes del baby boom donde música, moda y horarios revolucionaron la cultura hasta nuestros días.

Esta es la historia de una de esas manifestaciones, la de los Cafe Racers, ángeles y demonios motorizados bajo un mismo lema: motos y rock and roll.


CAFE RACER

 La subcultura motorizada del rock and roll


Carreras Jukebox

Está lloviendo en Londres, corre el año 1956. Nos encontramos en el Café Ace London, un local de carretera donde jóvenes moteros se reúnen para pasarlo bien junto a camioneros que aprovechan para repostar sus tripas. Aunque las carreteras son por entonces verdaderas obras de ingeniería distan de ser lo que por ellas conocemos hoy día. En las nuevas rutas de asfalto la iluminación es mínima, las curvas y la humedad las protagonistas, y en el pavimento los charcos de aceite de camión decoran el circuito de carreras que los jóvenes han improvisado.

Dentro del café dos chavales parecen entablarse. Uno de ellos, mientras se acerca a la máquina de Jukebox, le dice al otro:

– Hagamos una apuesta, una carrera. Voy a pinchar en la Jukebox  un tema de Eddie Cochran. La canción dura 2 minutos y 15 segundos, ese es el tiempo que tienes para coger tu moto, llegar hasta la rotonda más cercana y regresar aquí. Si no lo consigues me quedo la moto y la chica.

La leyenda de las carreras en los cafés en función a la duración de las canciones del Jukebox es una de las más retroalimentadas a lo largo del tiempo. Si bien no hay testimonio de ellas, lo cierto es que durante los años cincuenta el rock and roll aterrizó en Gran Bretaña, en gran medida, de la mano de estas máquinas de música. Del mismo modo, la reactivación de la economía se tradujo en la construcción de nuevas carreteras con sus correspondientes locales de comida y café. Por entonces las discotecas no existían, y los horarios de los pubs de la ciudad no saciaban los estímulos de los jóvenes, que veían en los nuevos cafés de carretera la oportunidad de reunirse y prolongar sus horas de diversión, ya que éstos cerraban más tarde. No es extraño entonces pensar que este tipo de carreras existió.

Cafe Racer, la rebelión de los jóvenes

El término Cafe Racer nace en Inglaterra en los años 50, engloba una subcultura directamente relacionada con el mundo del motor y el rock and roll que tuvo Londres como centro operacional, ciudad donde los cafés de carretera se convirtieron en el centro de reunión de la más amplia parroquia de jóvenes rockeros motorizados, y que consistía básicamente en preparar la moto deshaciéndose de todo aquello que no era necesario para correr.

El universo Cafe Racer respondía a las mismas exigencias y razones que el rock and roll, y ambas nacían de la misma tierra prometida: de la demanda de cambio de la juventud y su cambio generacional. Por primera vez en la historia los jóvenes disfrutaban de tiempo y dinero para gastar en lo que ellos querían, un episodio que determinó el giro copernicano de la industria cultural, la cual tuvo que atender, en general a regañadiente, la nueva demanda.

«He aquí la nueva generación haciendo su rebelión

 y asesinando a sus antecesores con implacable ecuanimidad.»

Bruce Cook, sobre la Generación Beat


Europa tiene estilo propio

El fantasma de los fuera de ley americanos tuvo su versión europea, pero con diferencias notables. Las rutas salvajes en moto de los Estados Unidos, con sus infinitas carreteras y extensos espacios deshabitados, en poco se parecían a las rutas que el viejo continente concedía en Gran Bretaña, de forma que si en USA el modelo de moto fue la chopper, en Europa predominó la racer, cada una de ellas acorde a su medio y su uso: una ideal para recorrer largas distancias en línea recta, más cómoda, la otra para volar en distancias cortas repletas de curvas, ruda y ornamental.

Norton Triton


Otro de los mitos que gira en torno al origen del movimiento Cafe Racer es su nombre. De dónde viene.

En general es de consenso la historia que narra que fue en los mismos cafés de carretera donde se originó el adjetivo Cafe Racer. Fueron algunos de los camioneros que allí paraban quienes dirigiéndose a los jóvenes de forma despectiva incurrían en que no eran verdaderos pilotos de carreras al estilo del por entonces famoso Barry Sheene, y que no eran otra cosa que simples moteros de carreras de cafés, una valoración sobrada que los jóvenes terminaron por hacer suya y que se convirtió en un sello de identidad con denominación origen.

«El término Café Racer ni siquiera se había inventado,

pero es una perfecta descripción de lo que estaba pasando.

Los jóvenes se reunían para divertirse,

en los pocos lugares donde las chaquetas de cuero,

las motocicletas ruidosas y los tupés eran bienvenidos en la Inglaterra de los 50.» 

Paul Dunstall, piloto de Norton.

Hoppy Hopkins, 1964

Hoppy Hopkins, 1964

Do the Ton, una fórmula cafre

Chupa de cuero negra, aspecto rudo y macarra, una moto personalizada para ir diariamente al trabajo y ganar las carreras del fin de semana, velocidad y mucho rock and roll, lo que se podría resumir en mucha juerga, carreras y chicas.

Sin duda el rock and roll fue el detonante, y los jóvenes el verdugo, cuando en Inglaterra era prácticamente lo mismo decir rocker que Cafe Racer.

Salvaje, The Wild One, 1953, la película donde Marlon Brando desafía la autoridad y la moral adulta como un jinete sobre ruedas, fue prohibida en Inglaterra. Años más tarde sucede algo parecido con la canción Rumble de Link Wray. El rock and roll se convierte en una especie de formato comunitario de expresión con el que muchos jóvenes rápidamente se sienten identificados, un modelo que agita las bases y late fuerte, un síntoma latente.

Pero no todo fue rebeldía con causa, por lo general lo que predominaba era sencillamente las ganas de pasarlo bien, y en el caso concreto del Cafe Racer, el amor por la velocidad.

En ese sentido hacer el Ton era una modalidad dentro del Cafe Racer que consistía en alcanzar la velocidad de una milla por hora, unos 160 kmh, una velocidad más que considerable para la época.

DO THE TON

Cafés de Carretera de paso obligatorio

De entre los cafés más conocidos de la ruta trazada por el Cafe Racer destacan Ace London Cafe, Bussy Bea, Cafe Rissing Sun, Jack´s Hill, Squires Coffe Bar, Club Fifty-Nine, siendo el primero de ellos, quizá, el más emblemático.

Ace London Café abrió por primera vez en 1938 como respuesta a la demanda del creciente tráfico que se dio en la North Circular Road. Sus puertas estaban abiertas las 24 horas del día, por lo que se convirtió rápidamente en un buen refugio de carretera. Después de la Segunda Guerra Mundial, reconstruido tras sufrir un bombardeo durante la contienda, fue elegido entre los parroquianos del Cafe Racer como uno de los puntos de encuentro más representativos.

Cabe destacar que fue allí donde el famoso Padre Bill, el primer sacerdote en reconocer y unirse al movimiento Cafe Racer, hizo parroquia.

El Padre Bill, segundo por la izquierda, con su alzacuello eclesiástico

El rock and roll había aterrizado, y ya no era una simple manifestación, se había convertido en una forma de arte imperecedera, en un palco institucional desde donde emitir discursos propios en voz alta, un palco que mutó acorde a los cambios que pregonaban las nuevas décadas, un palco que dio voz a los jóvenes durante algún tiempo y que sirvió para construir un universo que de alguna manera perdura después de más de sesenta años, el universo Cafe Racer.

♦ Cristian Aguado Crespo ♦