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Aunque en muchos casos no seamos conscientes, la cultura de la que formamos parte a día de hoy todavía se nutre de las innovadoras ideas que se dieron en el seno de la juventud norteamericana de los años cincuenta y sesenta. La moda, la música, el arte o el deporte que hoy alimentan la gula de la industria cultural no dejan de ser revisiones mercantilizadas de lo que en su día fue una subcultura underground juvenil enfrentada al status quo. Los tupés y las chupas de cuero, el rock and roll, las vanguardias provenientes de Europa, los Hell Angels, los hippies o el surf capitalizaron los sueños de una juventud sedienta de liberarse del modo de vida conservador que EEUU proyectaba en medio de su cruzada contra el comunismo.

Pero «el enemigo de la juventud no era el comunismo sino la cultura basada en las poderosas demandas del capital que pasaban por encima de las particularidades personales y las inclinaciones, la voluntad y la soberanía del individuo de la misma forma que Hitler pasó por encima de Polonia.» Los jóvenes intentaban crecer «en una cultura cuyos valores y objetivos estaban tan unidos a los fines materiales que eran inseparables de ellos. En ese caso, ¿qué hacer cuando la cultura es tu enemigo?

Esta es la historia de Los Diggers, del auténtico idealismo de un grupo de teatro de guerrilla de San Francisco que intentó cambiar el mundo siendo conscientes de que fracasarían.

 



LOS DIGGERS



 

Iconoclastas, disidentes, heterodoxos y disconformes de la opinión general. Así eran los Diggers, un grupo de jóvenes que protagonizó durante los años 1966-68 uno de los proyectos más estimulantes y autodestructivo del movimiento hippie.

Los Diggers de San Francisco

Hagamos algo práctico, combustionemos la calle.


 Hagámosla consciente de la mierda absoluta  que es el transcendentalismo psicodélico de los nuevos hippies. 

 

Emmet Grogan

Corría el mes de septiembre de 1966 cuando Emmet Grogan y sus amigos Ron Davis y Billy Murcot formaron el grupo teatral la Mime Troupe con el fin de acabar con las barreras invisibles que el arte colocaba entre el público y el artista. Los teatros, los museos o los tickets no eran para estos chicos otra cosa que la intolerable ficción de una imagen que separaba al hombre de la verdadera y única realidad, la vida. Sus medios hacían de ella una visión artística del mundo, pero sus fines no la diferenciaba de otros movimientos políticos simultáneos. La particularidad, su extremado impulso de cambio.

Inspirados en los Diggers ingleses del siglo XVII pretendieron construir una sociedad sin dinero a través de la colectivización del ámbito público haciendo de la propiedad privada el enemigo número uno. Abrieron tiendas donde la ropa era gratuita, comedores callejeros imporvisados para los más necesitados y repartieron octavillas incendiarias por la calle de tú a tú. Un tiempo en el que todo era posible, un tiempo en el que la utopía alimentaba los sueños de cambio de una sociedad de consumo que pregonaba el American Style of life, y que hoy, casi cuarenta años después asimilamos con normalidad.

Los verdaderos Diggers fueron un movimiento político inglés del siglo XVII que de forma espontánea se adelantó a las primeras manifestaciones del socialismo utópico y que tenía como principal premisa colectivizar y trabajar las tierras abandonadas con el fin de procurar alimentos y prosperidad a quienes no tenían nada. Eran profundamente religiosos y basaban sus ideas en una interpretación personal y humanista de la Biblia, de la que concluían una urgente reforma rural para explotar los suelos baldíos de los señores feudales con el fin de atender y dar oportunidad a los desheredados.

«En 1649 a la colina de San Jorge

una banda en harapos a la que llamaban los Diggers

llegó para mostrar la voluntad popular

desafiaron a los terratenientes

desafiaron las leyes

eran los desposeídos

reclamando lo que era suyo»

The World Turned Upside Down (El mundo se volvió cabeza abajo)

Canción de Leon Rosselson


Textos de Los Diggers originarios del siglo VXII

Textos de Los Diggers originarios del siglo VXII

Ilustración de Los Diggers (escavadores) del siglo XVII

Ilustración de Los Diggers (escavadores) del siglo XVII


Unos trescientos años más tarde Los Diggers de San Francisco rescataron el nombre autoproclamándose sus herederos. La idea era básicamente la misma, y si bien la circustancia era otra, parecía que nada había cambiado. El paralelismo les venía al pelo, pero la perífrasis tenía que encajar. Se lanzaron directamente a la calle, compusieron octavillas que repartían entre la gente, actuaron sin telón invitando a vagabundos a participar en su teatro, quemaron dinero como si dentro de él habitase el mismísimo satán y abrieron tiendas donde la ropa era gratuita e improvisaron comedores urbanos.

En Ringolevio, el libro biográfico de la contracultura, se puede leer lo siguiente:

«Robaron dos grandes bidones de leche de una lechería y lo llevaron todo a casa de Emmet. Eran casi las ocho de la mañana cuando empezaron a hervir los pollos y el pavo para hacer el guiso. Trabajaron duro durante horas preparando la verdura. Emmet se esforzó mucho aquella mañana, y seguiría haciéndolo todas las mañanas durante más de un año. Trabajaba las mismas horas que cualquier oficinista… Hablaron mientras trabajaban y decidieron repartir el guiso a las cuatro de la tarde en el parque de Panhandle del Golden Gate. Mientras Emmet seguía colando el guiso y pelando las legumbres, Billy fue al centro a mimeografiar varios centenares de panfletos que distribuyeron entre la comunidad del Haight:

COMIDA GRATUITA , BUEN GUISO CALIENTE, TOMATES MADUROS, FRUTA FRESCA,

TRAED UN PLATO Y UNA CUCHARA AL PARQUE PANHANDLE DE LA CALLE ASHBURY

4pm, 4pm, 4pm, 4pm, 4pm, 4pm, 4pm, 4pm, 4pm, 4pm

Comida gratuita TODOS LOS DÍAS Comida gratuita

¡ES GRATIS PORQUE ES VUESTRA!

 los diggers

Los Diggers repartiendo comida gratuita

Los Diggers de San Francisco


Los Diggers de San Francisco no eran hippies, o por lo menos nada tenían que ver con la nueva ola de jóvenes progres escondidos tras la icónica imagen desinteresada que proyectaban los medios de comunicación y que invadía las ciudades de un país que por primera vez veía como sus estudiantes no contemplaban el trabajo como una necesidad. Emmet Grogan había crecido en Brooklyn entre pandillas callejeras y heroína. Quizá eso lo hacía algo diferente una vez instalado en San Francisco, y convertía a su grupo en los verdaderos hippies, un estatus que por entonces se vendía al alza.

Con el tiempo el barrio de Haight Ashbury, donde todo sucedió, se convirtío en un parque de flores marchitas. El flower power y el amor libre habían parido una situación donde los asesinatos y la necesidad de prolongar algo que ya estaba muerto sentenciaban un ciclo, y los diggers eran conscientes de ello.

El barrio ya no era el mismo, la utopía flaqueba y la resistencia de la comunidad psicodélica daba sus últimos coletazos frente a la restauración del orden y la ley y la imagen distorsionada de los hippies. Los Diggers se percataron de ello y aprovecharon la oportunidad para llevar su teatro a la calle y representar su agonizante realidad. La obra se tituló La Muerte de un Hippie:

Érase una vez que un hombre se puso 

abalorios y se convirtió en un hippie

– Hoy el hippie se quita los abalorios y

se convierte en un hombre – ¡un hombre libre!

Dejando atrás los últimos restos

del <<Hippie>>- el hijo predilecto de los

medios de comunicación y

las barreras caen.

¡San Francisco es libre! ¡Libre al fin!

La verdad está FUERA, FUERA, FUERA!

Los Diggers en Haight Ashbury

Emmet Grogan moría en Nueva York en el año 1978 debido a una sobredosis. El insobornable noble de la contracultura se despedía así del mundo y de una vida a la que siempre se entregó fervientemente, pero no sin antes dejar testimonio de cómo su proyecto había terminado por engordar todavía más aquella imagen mediática y distorsionadada del hippie y su estilo de vida. La utopía Digger no solo había fracasado sino que había servido para alimentar el modelo que con tanta dedicación habían intentado abolir. Poco años después de Ashbury la máquina del capitalismo había integrado en su gran almacén a los hippies, a su música y su forma de vestir y pensar. El barrio pasaba de ser un experimento social a un centro turístico prolífico. Los veranos del amor habían terminado.

♦ Cristian Aguado Crespo ♦