Después de la Segunda Guerra Mundial, con Hitler bajo tierra, terminaba uno de los episodios más oscuros de la historia de la humanidad. Se cerraba un capítulo, pero a la vez, otro comenzaba; uno menos oscuro, más diplomático, de tensión entre dos bloques, de guerra psicológica. EEUU y la URSS serían los protagonistas de la postguerra tras la derrota del nazismo, y la guerra fría el telón de fondo de todo lo que ocurriese dentro y fuera de las casas de todo el mundo. El miedo continuaba latente entre quienes temían que un nuevo enfrentamiento estallara mientas la situación geopolítica continuaba pendiente de un hilo.
Pero no todo era tensión. No todos en EEUU tenían esa sensación. Muchos jóvenes reclutas regresaban a sus hogares después de la guerra. Por fin llegaba el momento de retomar lo que habían dejado antes de que todo eso empezara. Lo único que deseaban era volver a casa, abrir la puerta del garaje, y escuchar el ruido del motor de quien había sido su mejor amigo. Al fin podían conducir su Hot Rod. Eran libres, y no sabía a qué nivel.
HOT RODS
MANÍACOS DEL CUSTOM
La historia del hot rod se vincula fácilmente a la subcultura del rock and roll, y en cierto modo también a la del surf en California. Y al igual que las bandas de motoristas de los años cincuenta, los rodders, como se denominaban los conductores de coches custom, se personaron rebeldes frente a la costumbrista sociedad que heredaban de sus padres. Si bien es cierto que a diferencia de las pandillas de moteros no exítió entre ellos el equivalente al 1% (bandas fuera de la ley), hay que subrayar que fueron parte integral de las diferentes manifestaciones de los años cincuenta, que sumadas, darían paso a los movimientos contraculturales de finales de los sesenta, algo que rápidamente comprendió el mercado, quien se iba a enfrentar de lleno con una nueva ola de exigencias consumistas que rompían con los estilos de vida conocidos hasta entonces en pleno desarrollo de la sociedad de consumo.
HOT RODS, maníacos de la velocidad
El hot rod es un vehículo motorizado, modificado expresamente para correr a su máxima velocidad posible. Aparecen durante las décadas de 1920 y 30 pilotados por expertos conductores que usaban los coches para el contrabando de licor durante la restricción de la ley seca en Estados Unidos. Y tendrán su momento de auge durante la segunda mitad de los años cincuenta, hasta la llegada de la british invasion y la posterior crisis del petróleo norteamericana.
«Cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, Estados Unidos parecía haber quedado congelado en los años 30. Nada se había renovado, ni los coches, ni las casas, ni los periódicos, ni la radio. Llevó un tiempo que en un país de 150 millones de habitantes todos dispusieran de nuevas cocinas, ropas, casas y coches. Cuando los años 50 empezaron, no existía el aire acondicionado, los ascensores automáticos, las tarjetas de crédito, la radio a transistores, el teléfono sin operadora o los cigarrillos con filtro. Todo eso cambió a finales de la década«, John Chancellor.*
En sus orígenes el hot rod era un automóvil modificado exclusivamente para sacar el máximo partido a su potencia, el objetivo era sencillamente correr más. Un coche reducido a su mínimo común divisor donde comodidades y decoración sobraban siempre y cuando ello supusiera ganar unas décimas al marcador de velocidad.
Si bien desde los años veinte y treinta ya se realizaban variaciones en los coches, no es hasta los años cuarenta cuando la customización de los automóviles al estilo hot rod adquiere su verdadera forma. La entrada en el mercado del modelo de Ford a primeros de siglo, el Ford T, llevaba intrínseca la idea de popularizar el uso del automóvil. Cuando en 1906 Henry Ford declaró: «Voy a construir un coche para el pueblo, el automóvil universal», parecía conocer el futuro. A partir de entonces la industria del automóvil proliferó a pasos agigantados, y a su vez el paisaje de las ciudades, que pasó del entorno rural a la nueva ciudad de asfalto.
Es en los años cuarenta cuando el hot rod experimenta su máxima eclosión. Con la industria automovilística puesta en marcha, la producción de automóviles en serie funcionando, y con una red de carreteras lista para circular con el coche, cada uno de los ciudadanos estadounidenses deseaba tener su propio vehículo y disfrutar de ese nuevo mundo. Pero la realidad era que no todos podían acceder a un coche de alta gama, por lo que las clases menos pudientes optaron por comprar vehículos asequibles a su economía para luego, con ingenio, customizarlos hasta poder competir con los más veloces del mercado.
Es importante subrayar que en un primer momento el único objetivo del hot rod era correr más. No es hasta mitad de los años cincuenta cuando la estética comienza a formar parte de su universo. Hasta entonces las carreras clandestinas eran parte del día a día. «Si parabas en un semáforo y a tu lado había un coche de alta gama u otro hot rod, hacías rugir el motor mandando un mensaje claro, mi coche corre más. Si lo dudas lo comprobamos«.
Los piques y las continuas carreras clandestinas protagonizaron la expansión del hot rod durante los años 40. Se organizaban carreras espontáneas, se resolvían apuestas, y se organizaban competiciones en lugares apartados perfectos para correr a lo máximo posible. Los lagos de Muroc, California, o Benneville Utah son ejemplos muy representativos.
Tras la Segunda Guerra Mundial el hot rod se dispara. Quienes vuelven de la guerra lo hacen con conocimientos de mecánica, que unidos a la experiencia y madurez que han adquirido generan una nueva ola custom. Vinculados por una amplia parte de la opinión pública a la white trash, los rodders mandaban un mensaje claro desde dentro de sus coches. Los jóvenes que habían podido volver de la guerra con vida se habían hecho mayores y tenían muy pocas ganas de vivir la vida que les sugerían sus padres.
California fue el lugar donde este hobby tuvo su centro de operaciones y de donde se expandió toda su constelación. Quienes habían ido a la guerra volvían ahora con una paga. Y quienes con más fortuna disfrutaban de una suerte pudiente veían que el presente del país estaba a sus pies. Los jóvenes se encontraron con dinero para gastar en lo que les apetecía, y no sólo era dinero, también disfrutaban de tiempo y un espacio privado solo para ellos.
«Ninguna generación ha dispuesto antes de tanto vehículo motorizado ni ninguna juventud de tantas oportunidades para encontrarse a solas en un espacio propio«, JAIME GONZALO.*
Lo aprendido en la guerra y el ingenio los llevó en poco tiempo a construir todo un batallón de hot rods que circulaban por doquier con total normalidad. Era raro quien no tenía uno de estos modelos en el estado de California a lo largo de los años cincuenta.
Poco a poco se editaron revistas, se configuró una jerga relacionada con el mundo hot rod, una serie de rutas, algunos iconos, merchandising, un estilo de música y talleres de mecánica. Todo un mercado alternativo que florecía y estimulaba, en paralelo al desarrollo del mundo del motor, el futuro consumo de los jóvenes, era una subcultura.
Los chicos habían decido gastar su dinero en lo que ha ellos le parecía divertido, y sin darse cuenta, habían roto con las costumbres y hábitos de consumo de sus padres. Las partituras de música se habían transformado en jukebox donde sonaban sin parar viscerales canciones de rock and roll, y las salidas al campo sustituidas por aventuras en coches de segunda mano modificados con piezas de desguace a través de carreteras sin rumbo. Se avecinaba un nuevo nicho de mercado, nuevos clientes, una nueva subcultura aparecía, y el mercado, conservador y receloso a regañadientes, lo veía.
«La creación de un nuevo mercado que agarra desprevenida a la antigua oligraquía, los conflictos de intereses económicos que esto produce, son interpretados por los conservadores a medida de sus conveniencias, amplificando la amenaza a dimensiones sociales y nacionales que hacen necesaria su intervención, su perpetuación en el sistema«, Jaime Gonzalo.*
En 1948 aparece la primera revista especializada sobre hot rods. Es el máximo exponente de una tendencia que traspasa todas las fronteras imaginadas. Tener un coche customizado era lo más normal. La policía estaba desdoblada frente a un hobby que invadía las calles, procuraba accidentes y pasaba por alto el orden en la carretera. Las carreras clandestinas de los años cuarenta se resolvieron con la normalización de los clubs de hot rods.
En 1951 aparece la primera asociación que aglutina diferentes intereses relacionados al mundo hot rod, la NHRA (National Hot Rod Association). Su papel principal era organizar y mantener ordenadas la carreras clandestinas, con lo que proliferan las competiciones y los lugares donde acudir exclusivamente a competir de forma regulada.
A mediados de los años cincuenta la cultura hot rod se desdobla, y crece un mercado paralelo a la producción automivilística de serie; ropa, música, talleres, gasolina; lo que configura el universo donde el custom adquiere todo su significado y transciende a subcultura. Aparece en películas y revierte en su propia vertiente de rock and roll como hot rod, variante instrumental homogénea a la música surf.
El Cruissing y el Drag Racing, dos modalidades del Hot Rod.
El cruising
El cruissing era una modalidad del hot rod donde se conducía sin rumbo fijo entre amigos, lejos de las tensiones de las carreras, y sin prisa ni rumbo fijo. Tenían como destino los teen clubs, lugares de encuentro para apasionados del hot rod (autocines, aparcamientos de puesto de comida fast food). Allí el viaje culminaba en una fiesta de fin de semana, donde se escribía el punto final antes de regresar a casa de nuevo.
Para los jóvenes el coche era un espacio privado, un pequeño habitáculo donde nadie, donde ningún adulto entrometido podía entrar. Allí, aparte de conducir al azar, podían beber alcohol, parar a dormir o practicar sexo. Era una máquina estimuladora de independencia con la que podían enviar un mensaje subliminal. Si la ropa y la imagen, con sus chaquetas de cuero negro y tupé estilo Elvis, y la música rock and roll eran ya en sí mismas una declaración de principios, el hot rod lo completaba. Rugía y hablaba el idioma de las bestias mientras salía humo del fondo de su estómago. Rudo y elegante, metabolizaba las inquietudes y pensamientos de una serie de jóvenes que ansiaban independencia y libertad para andar su camino.
Drag Racing
Otra modalidad de carrera de coches hot rod es el Drag Racing, donde dos coches aceleran en línea recta hasta llegar a la meta marcada. Se organizaban a través de clubs asociados, bien en espacios cedidos a las afueras de la ciudad o de manera clandestina. Quizá era la modalidad más popular entre los aficionados al hot rod, hasta que los numerosos y repetidos accidentes, junto su clandestinidad ocasional propició un contexto ideal para que los agentes de la opinión pública hicieran presión hasta prohibir su práctica. Para éstos los rodders no dejaban de ser pequeños delincuentes juveniles.
La prohibición del drag racing tuvo como consecuencia una de las primeras revueltas juveniles de hot rods, conocida como Cajon Bulevar Riot. Comenzó como una protesta por el cierre de un campo de aviación en desuso que servía para organizar carreras. El 8 de agosto de 1960, después de una competición donde tres participantes resultaron heridos La Marina cerró el aeródromo, lo que conllevó a una protesta masiva organizada doce días después en la intersección de El Cajon Boulevard y Cherokee Street en San Diego. Tres manzanas quedaron bloqueadas por unos tres mil jóvenes envueltos en carreras clandestinas de forma improvisada. Al llegar la policía estalló un enfrentamiento desconocido hasta entonces. Los jóvenes lanzaron piedras y botellas sin miramiento, e intentaron volcar los coches de la polícia. Una revuelta incendiaria que ponía de manifiesto que algo algo había cambiado.
«Lo que se dirimía en esos enfrentamientos, y en todos los que a lo largo de los 60 se reproducirán a expensas de la población juvenil, era un choque de fuerzas económicas, unas viejas y otras nuevas, como lo había sido el protagonizado antes en la industria musical por editores de partituras y operadores de jukebox», Jaime Gonzalo.*
Durante el periodo de los sesenta casi la mitad del país tiene un coche customizado. Se repiten los concursos donde se exhiben los hod rods. La estética, antes directamente ignorada, cobra protagonismo cuando los coches ya no son exclusivamente para correr, si no que también son una máquina para lucir.
Big Daddy Roth y su hijo Rat Fink van a ser dos de las caras más representativas del hot rod en California. Ed Roth era un personaje público muy conocido especialmente por las modificaciones que hacía en sus vehículos ya por los años cincuenta. Y una década más tarde, en los sesenta, se va a establecer como uno de los símbolos más carismáticos del universo rodder a través de su personaje estrella, Rat Fink, una rata verde visceral opuesta a su homónimo Mickey Mouse. También suya es la genialidad de estampar dibujos de sus monstruillos en camisetas, hasta entonces lisas, con lo que prosperó en su negocio y desarrolló todo un arsenal de personajes aberrantes.
Pero al igual que vio el amanecer del hot rod contempló cómo el mercado generado a su alrededor se desvanecía con la entrada en escena del movimiento contracultural en 1967. Explica: «Ese año fue el fin de una era. Los chavales empezaron a ponerse camisetas con referencias a sexo y drogas, y el mercado se volvió loco. La popularidad de los car shows decreció muchísimo, mis camisetas dejaron de venderse a medida que se multiplicaban las que ensalzaban el colofón y el glamour de la yerba y las drogas psicodélicas, que se vendían por doquier«.*
El universo hot rod advierte su final con la llegada del movimiento contracultural estudiantil que promueve un cambio social y de vida estimulado por el consumo de extensores mentales a la vez que la invasión británica de música estilo Beatles aterriza en EEUU. La inocente rebeldía de los rodders estaba muy lejos de la nueva subcultura, que venía envuelta en ideología. El hot rod, un hobby caro de fin de semana, era suplantado, y tomaba el testigo otro modelo de manifestación cultural juvenil, pero esta vez de tinte político; el movimiento por los derechos civiles. Por el año 1967 la fiebre del hot rod se había terminado.
Citas: *Poder Freak 3. Jaime Gonzalo (2014)
Cristian Aguado Crespo