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Es agotador ser moderno; Tanto sufrimiento para embutirte en unos pantalones de pitillo elástico, de esos que marcan hasta las venas del glande y solo lucen bien los hermanos metaleros de la Gran Vía; tantos resfriados por evitar los calcetines como si se tratara de una señora leprosa empeñada en acceder a un beso de tornillo, ¡y al final, vuelve la pata de campana!

Esta foto podría estar sacada en un mercadillo vintage ayer mismo

Esto de la moda no hay quién lo entienda, y por eso vengo hoy a hablarles de La nostalgia de los 80. ¡En efecto!, hemos llegado a ese momento fatídico que todos temíamos, y ahora los Ochenta son “VINTAGE”.
Vintage: esa palabra que tanto gusta a los chamarileros de Wallapop y a los orfebres del engaño, esos ( dicho desde el cariño y el respeto a su trabajo) hijos de la grandísima puta, que lo mismo te venden un sillón roñoso de skay con tapa, que posiblemente alguna vez en su historia contuvo alguna prenda asquerosa de ganchillo, que una chaqueta de yonki. Lo que antes eran cosas de pobre por las que nos escupían a los ojos nuestros compañeros de colegio más pudientes, ahora son lo más de lo más, y puedes acudir vestido de esa guisa tanto a la entrega del Premio Nobel como a una gala de Supersubmarina D’or.

Incluso hay depredadores sentimentales que se dedican a publicar libros como churros apelando a la nostalgia, vendiendo ejemplares por millones a pesar de estar repletos de aberrantes imágenes más pixeladas que la cara del señor que le dio la bofetada al Yutubber, y evitando recordar cosas tan bonitas como que en los tiempos de la E.G.B. el profesorado te zurraba con lo primero que tuviera a mano, fuera esto una sartén o un calcetín lleno de monedas.

Volviendo a la moda, y si se trata de algo más antiguo, como la ropa de ama de casa de los años 60, que lucen con orgullo las señoras Mods en los festivales, se le añade la palabra Retro, y puedes vendérselo por un ojo de las cara a algún incauto. También existen las personas retro, como los tertulianos de Intereconomía, o el buen amado `neonuevoliberalconservador´ Juan Manuel de Prada, aunque estos cotizan a la baja en el mercado de segunda mano.

El Fresquito y la apología de la droga

Es indudable que la década ominosa de los 80 tenía cosas buenas, por ejemplo la droga. Antes, como no había información, la gente vendía droga en condiciones. Ahora, te vas tan tranquilo a una gala remember de Pastis y Buenrri con tu bolsa de burundanga, y ahí están los de Energy Control para aguarte la fiesta y analizártela, confirmando que se trata de un 7% de Peta Zetas y un 93% de polvo “zombi” en lugar del MDMA por el que pagaste. No obstante los 80 también tenían sus peajes, como esas personas desdentadas que poblaban nuestras plazas y jardines que te robaban las monedas previa amenaza con una jeringuilla en los salones recreativos. Hasta los videojuegos retro tienen sus entusiastas, como si fuera mejor gastar tu paga semanal en un juego que consiste en destruir ladrillos mediante puntos lanzados con una barra horizontal, en lugar de esas cosas de realidad virtual de ahora a las que juegan los niños y los adultos raritos.

En los 80 nadie dudaría de su insultante heterosexualidad

En los 80 nadie dudaría de su insultante heterosexualidad

Siempre será mejor, según los nostálgicos,
 jugar a abrirse la cabeza con una peonza
en lugar de usar uno de esos drones que
 actualmente colapsan nuestro espacio aéreo.

 

 

Para nuestra desgracia los 80 nunca se han ido del todo. El crucero ochentero surca los océanos cada año con su tripulación El Horror.`Sabor de Amor´sigue sonando en los Disco Pubs. Y siervos del maligno, como Miguel Bosé, Alaska y su marido Dinarama o Fernandisco, siguen viviendo dignamente y sin preocupaciones.

También se añoran extraordinarias producciones en materia de televisión infantil, como Los Aurones, Los Trotamúsicos, Espinete (con su traje lleno de lamparones rezumando amianto) o Planeta Imaginario (una cosa rara que nadie entendía y daba mucho miedo). No niego que esas cosas que hacen ahora así como digitales dan mucha grima y convierten a los niños en ultraviolentos y tronistas, pero otorgar dignidad a cosas como Los Fruitis es, como diría un borracho que salió una vez por la tele, de “delirio extremo”.

En los 80 también gobernaba el mundo gente rara

En los 80 también gobernaba gente rara

Los pelos “crepados” son una de esas cosas que a pesar de todo nadie reivindica, quizá porque ahora todos somos muy sostenibles y vemos los botes de laca como una abominación que derrite los polos. Y sin embargo ha vuelto desde los ochenta Donald Trump, con ese peinado que le hace parecer que llevara la peluca de Miliki y hubiera pasado mala noche tras soñar que lo violaba una manada de Sharpeis en un descampado. También ha vuelto con una fuerza inusitada la pana y las canas en las patillas, emulando a Felipe González y la transición modélica.

Mi consejo para todos ustedes es que los años 80 tuvieron cosas muy buenas, como las hombreras, los vaqueros que realzaban la muda belleza de las nalgas, o los transistores gigantes de doble pletina. Pero también nos trajeron terribles desgracias, como los recopilatorio Monstruo Total, o los pantalones de pinzas. Y ya que estamos condenados a repetir nuestros errores en un bucle absurdo…¡QUE VUELVA LA DROGA BUENA!

El autor viviendo a tope la movida madrileña

El autor viviendo a tope la movida madrileña

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